Esto es real, te escribo en clases de botánica y zoología, y ojalá algún día puedas leerlo, saberlo, entenderlo.
Te escribo, ¿sabes?
En cada clase, en medio de los silencios o recesos… Y las esquinas y márgenes de mi cuaderno te pertenecen. Y en cada hilada, levanto la mirada, esa que tiene una leve esperanza de cruzarse en tus ojos grandes, saltones, con esas ojeras tan tuyas. Ojos de marrones claros, en los que me he perdido tanto tiempo, y en los que, aún, estoy segura, volvería a perderme.
Te escribo, ¿sabes?
Te cuento como estoy, te pregunto como estas, te transmito ese deseo mío de verte por la ventana de la puerta, con esa media sonrisa tan tuya, tan mía, y de como levantaría mi manito para saludarte, y saldría corriendo a abrazarte y darte un beso.
Te escribo, ¿sabes?
Y te haría el chiste tan básico que aprendí, ese en el que te digo que tú eres mi ADN favorito, y yo el ARN que te busca con locura para transportar tu información genética y luego formar proteínas con mucho amor, y quiero pensar que te vas a reír y dirás que soy la última romántica, y luego seguiría con toda mi huachaferia, como decirte que quisiera ser la papa de laboratorio para que tomes un poquito de mi y hagas un preparado para luego verlo en la lupa, y que seguro mis células te harían ojitos mientras me observas.
Te escribo, ¿sabes?
Y de tantas líneas y párrafos sueltos, podríamos hacer una serie de novelas y al estilo de Harry Potter; podríamos crear una saga bajo el título «La doble T y….» y así…¿Cuántos tomos tendría, no?, y es que hay cada temporada tuya.
Te escribo, ¿sabes?
Pero ahí vas tú, con las prohibiciones de mencionarme, con el simple objeto de borrarme, como quien escribió mal una palabra y la tacha, como quien tira una ropa porque no le gustó más, como quien elimina cosas de su vida, como quien dice «te desecho» «te boto».