
Al biólogo de mi hígado y mi corazón
¿Qué se espera cuando no se espera nada?, típica pregunta; sin embargo, es lo que más me pregunto desde hace unos cuantos meses.
La incertidumbre llegó sin ser invitada y todo se movió, la inestabilidad sacudió y derrumbó los planes que había construido, y me di cuenta que nada de lo que yo había planificado tenía una base sólida que haga que resista ante cualquier sacudón.
Al mismo estilo del edificio que se derrumbó ante el terremoto, no logró resistir, y ¿a quién le echamos la culpa?…¿al arquitecto?, ¿al albañil? ¿al jefe de obra? ¿a planos mal interpretados?…¿a quién?. Y a l trata de responder esas preguntas, me pregunto quien de esos actores éramos nosotros, porque al parecer se necesita de muchas personas para construir un buen edificio, o quizá de un tiempo consciente y prudente, del saber solucionar problemas a tiempo, del observar todo con cautela y confiar en el proceso de que se está haciendo bien.
Debes saber que había planificado una vida contigo, que mi lugar iba a estar a tu lado, ya sea en La Plata, en Perú, en Bolivia, en Brasil, en la Amazonía o en un pueblito lejano, pero contigo. Pensé que teníamos un futuro por delante, que eras mi complemento perfecto.
Mi sueño más grande fue pensar que tú ibas a ser el biólogo investigador de muchas especies, y yo la fotógrafa, la de los contenidos audiovisuales, con el objetivo de democratizar toda la información que encontrásemos. Y me lo creí, lo viví en sueños. En el futuro perfecto éramos ese 2×1, que a donde tú vayas, yo iba y viceversa, que lucharíamos para que nuestros sueños, de alguna, encuentren una línea en común para lograr cosas grandes, realmente lo tenía.
Pensaba que nuestro único hijo, tendría la dicha de tenernos como padres, que aprendería muchas cosas de nosotros, que sería un ser hermoso, que le brindaríamos una crianza feliz y consciente, que sería un niño muy despierto e inteligente, que tendría tus rulos, el tamaño de tus ojos, el color de mi piel, mi nariz y una mezcla de nuestros labios. Realmente te vi como mi refugio, mi lugar seguro, mi hogar.
Hoy no veo un futuro, solo objetivos a corto plazo, no pienso en meses, solo en semanas y días. No tengo algo planificado de aquí a un año. Ni siquiera puedo planificar donde voy a pasar esta navidad o que haré en vacaciones, porque pienso que quizá vas a aparecer y todo volverá a una normalidad en la que yo fui feliz, de una manera extraña, pero feliz.
Siento que estoy en una eterna espera, en tu espera, y soy tan tontamente fiel a ese “pensar”, “deseo”, porque creo que si vuelves voy a pasar navidad y año nuevo contigo, o que planificaremos nuestras vacaciones, como lo hacíamos.
No sé, realmente no sé cuanto dure esta sensación, esta espera que a veces desespera. A veces pienso que por ahí debería tan solo hablarte y preguntar que pasa contigo, así termino con esto, pero sé que sería exponerme a que me vuelvas a lastimar, y creo que ya lastimaste mucho, como para volver a darte ese lujo, ese poder sobre mí.
Lo único que sé, es que, sinceramente, no mereces nada de estos sentires, no mereces mi espera, mis ilusiones, mis aún ganas de querer compartir mi vida contigo, mis deseos de que aún seas mi hogar, ni todo este amor que aún produces en mi, porque, amigo, olvidarte no es fácil, más cuando estaba tan segura de que ya no habría nadie más que tú.